
30 Ago El granito de mostaza y mi fe.
Los días transcurren sin novedades, y la situación sigue siendo la misma que hace dos años, sin obtener respuestas concretas para el fin esperado, pero con una persistencia sin límites. En medio de ese recorrido con cambios en otro sentido, marcado por varias tormentas y de diversa índole, que con tanta fuerza azotó y azotó los muros de mi castillo, que de repente se empezó a filtrar el agua, tanto que llegó a mover algunas piedras y a humedecer las raíces que con un leve movimiento de tierra, se fueron haciendo algunas rajaduras.
¿Cuántas veces nos hemos encontrado con grandes dificultades, de las que creemos no vamos a lograr salir? Algunas veces es frente a la enfermedad de una o varias personas, incluyéndote, otras, a causa de la pérdida de seres y seres queridos, tan a repetición como ahora por la pandemia es habitual.
¿Cuántas veces hemos tocado puertas sin encontrar una sola oportunidad? ¿Cuántas veces hemos dado todo de nosotros mismos sin tener un resultado material y concreto?
¿Has estado al borde de la muerte o la de un ser amado? ¿Has vivido la crudeza de una amarga y larga enfermedad, esas que aprietan de dolor hasta la entraña?
Cuando las cosas parecen no tener salida, pero las vemos aun con el dolor encima y dentro de nosotros, con confianza y con fe, esas dos virtudes o gracias que se adquieren justo en esos momentos para darnos consuelo y confortar nuestro corazón. Es un alivio, es un regalo, es algo que no se puede explicar con el simple lenguaje humano, porque es algo más allá de lo físico, es sobrenatural y proviene de quien todo lo puede.
Es como una flor sobre la piedra con vistas al mar, un deleite del paisaje, de la fuerza y de la inmensidad. Y es que si tuviésemos fe como un granito de mostaza, cuántas maravillas podríamos ver. Y aún más, cuánto aprendizaje tendríamos en nuestro corazón y nuestra conciencia sobre lo que si trasciende.
En estos dos años de graves turbulencias, mi fe como un granito de mostaza ha visto maravillas, milagros cotidianos, fuerza, esperanza y unión con Dios, sumado a la enorme solidaridad y amor de tantas y tantas personas como bendiciones diarias.
Ahora soy como esa flor morada sobre la piedra, veo la inmensidad del mar y de la creación con mucha tranquilidad y agradecimiento, con confianza y mucha fe; y eso mismo, deseo para ti.
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